Una carne – Lección 13 de abril 2025
El matrimonio fiel y para toda la vida fue el ideal establecido por Dios al crear al ser humano.
Pocas metáforas bíblicas subrayan tanto la intimidad de la relación que Dios anhela tener con la humanidad como la del matrimonio. Esta metáfora se utiliza con tanta frecuencia en la narración bíblica, y aparece de forma tan señalada en el Apocalipsis, que es imperativo que los estudiantes de la Biblia comprendan lo que Dios quiere decir cuando la utiliza en la Palabra.
Lee Génesis 2:23 al 25 y Efesios 5:29 al 32. ¿Cómo refleja el matrimonio humano el vínculo de Cristo con la humanidad?
En una ocasión en que Jesús se dirigía a los fariseos, citó el relato de Génesis acerca del matrimonio de Adán y Eva, ante lo cual los fariseos preguntaron lo siguiente: “ ‘Entonces, ¿por qué Moisés mandó dar carta de divorcio y despedirla [a la esposa repudiada por su marido]?’ ” (Mat. 19:7).
Moisés era considerado como un profeta fundador de la nación. Imagina lo que significaba cuestionar al Autor de la institución matrimonial enfrentándolo con su propio profeta. Como de costumbre, los fariseos intentaban así demostrar que las enseñanzas de Jesús contradecían las Escrituras.
El matrimonio fiel y para toda la vida fue el ideal establecido por Dios al crear al ser humano. Por desgracia, la humanidad caída arruinó este don fundacional de Dios. Tal vez no sea una coincidencia que, dada la importancia que las Escrituras asignan al matrimonio, este haya sido siempre objeto de ataques implacables. Junto con el sábado, el matrimonio es uno de los dos dones que se nos concedieron en el Edén, y ambos pretendían demostrar el deseo de Dios de mantener una relación íntima con sus criaturas humanas.
El matrimonio, la unión íntima de dos personas imperfectas, siempre será motivo de tensión. A su vez, el matrimonio entre la iglesia y Cristo es la unión entre un Salvador perfecto y una esposa muy imperfecta. Sin embargo, es posible aprender acerca del amor de Dios a partir de lo que representa un buen matrimonio.
He aquí tres principios para el matrimonio. En primer lugar, perdona a tu cónyuge aunque no lo merezca, así como Cristo nos perdona aunque no lo merezcamos. Segundo, acepta a tu cónyuge a pesar de sus defectos, así como Cristo nos acepta a pesar de los nuestros. Tercero, valora a tu cónyuge más que a ti mismo, así como Cristo nos valoró más que a sí mismo. ¿De qué manera podrían estos tres principios basados en el evangelio ayudarnos no solo a entender cómo se relaciona Dios con nosotros, sino también a apoyar a cualquier matrimonio?