La esposa ramera de Oseas – Lección 15 de abril 2025

Más que ninguna otra cosa, la cruz de Cristo debería ser para nosotros la mayor demostración de cuán fervientemente desea el Señor salvar a su pueblo descarriado.

La petición que Dios hizo al profeta Oseas es tal vez una de las más extrañas que jamás se hayan hecho a uno de sus siervos: que se casara con una mujer promiscua. Dios estaba utilizando a Oseas para ayudarnos a comprender, desde la perspectiva divina, el dolor que le provoca el pecado y la rebelión de los seres humanos. Dios había elegido con amor a una esposa, Israel, pero esta lo engañó una y otra vez. Pese a ello y sorprendentemente, él la aceptó de vuelta y la restauró.

Compara Oseas 1: 2 y 3: 1 con Apocalipsis 17: 1 y 2 y 18: 1-4. ¿Qué tipo de prostitución es mencionada aquí? ¿Qué lecciones puede aprender la iglesia cristiana de la historia de Oseas? ¿De qué manera ha repetido la iglesia los pecados del Israel del Antiguo Testamento?

La Biblia revela que los errores del Israel del Antiguo Testamento serían repetidos en gran medida por la iglesia cristiana. El pueblo que había hecho pacto con Dios se descarrió antes del Exilio al adoptar las prácticas idólatras de las naciones paganas vecinas. «Preocupado por la creciente tensión dentro de la iglesia sobre las ideas de Arrio, Constantino convocó e intervino en el Concilio de Nicea» (Christopher A. Hall, «How Arianism Almost Won», Christian History Magazine 85 [2004]). El pueblo de Dios se alejó de su relación con él para encontrar en otros las presuntas soluciones a sus problemas.

A la luz de las palabras elegidas por Dios en el mensaje de Ezequiel, no solo estaba señalando lo que su pueblo había hecho mal, sino también cómo se sentía él a causa de ello. Quienes han sido traicionados por un cónyuge pueden comprender los sentimientos de devastación que nuestra infidelidad a Cristo produce en los atrios celestiales. Quizá lo más asombroso de la historia de Oseas sea cuán lejos llegó para redimir a su esposa descarriada.

Resulta notorio que el llamado final de Dios a salir de Babilonia está dirigido a su propio pueblo, no a extraños. Él lo conoce íntimamente y lo ama. Y, mientras el mundo se dirige presuroso hacia su peor hora, Dios sigue ofreciéndonos la redención, que le costó su propia sangre. Más que ninguna otra cosa, la cruz de Cristo debería ser para nosotros la mayor demostración de cuán fervientemente desea el Señor salvar a su pueblo descarriado.

¿De qué maneras puede hoy cualquier iglesia, incluso la nuestra, fornicar espiritualmente?

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