Recibió lo que pidió – Lección 22 de abril 2025
Según lo establecido originalmente por Dios, Israel no habría de tener un monarca humano como las otras naciones. Con el tiempo, sin embargo, la fe de Israel flaqueó y anhelaron ser como «las naciones» paganas.
Lee 1 Samuel 8: 4 al 18. ¿Por qué los ancianos o líderes querían un rey? ¿De qué manera podemos caer en tentaciones similares?
Es importante notar que el hecho de que pidieran un rey implicaba rechazar a Dios como su gobernante. Según lo establecido, la nación debía responder directamente al Creador, y su relación con él se ponía de manifiesto, entre otras cosas, por medio del Santuario y sus servicios. Al solicitar un rey, traerían sobre sí los mismos padecimientos que experimentaban los reinos paganos: reclutamiento militar para las guerras del rey, confiscación de bienes, impuestos y otros males. Descubrirían que los poderosos tienden a gobernar para su propio beneficio, no benévolamente, como Dios.
Además, el nuevo arreglo sería permanente. Se daría a Israel lo que pidiera, pero cuando se diera cuenta de que se había equivocado, el nuevo sistema de gobierno seguiría en pie. «En ese día clamarán a mí a causa del rey que habrán elegido, pero el Señor no los oirá» (1 Sam. 8: 18). Dios conoce la debilidad de su pueblo y predijo desde el principio que Israel pediría un rey humano. Así lo hicieron, y gran parte de la historia sagrada es el relato de las consecuencias de esa decisión.
Lee Deuteronomio 17: 14 al 20. Nota que Dios no dice: «Les daré un rey», sino que es su pueblo quien quiere uno. Dios estableció medidas de protección para cuidar a su pueblo de algunos de los males asociados con los gobiernos humanos. Sin embargo, como lo demuestra la historia de la nación y sus reyes, esas medidas a menudo fueron ignoradas. Basta con mirar la historia de Israel después de que decidió tener un monarca para ver cuán penosos fueron los resultados para ellos bajo sus reyes. Aunque algunos de estos fueron mejores que otros, incluso los «buenos» hicieron lo malo (piensa en David y Betsabé). En muchos casos, la nación vivió bajo el gobierno de un rey tras otro que hizo «lo malo a los ojos del Señor» (ver 1 Rey. 11: 6; 15: 26; 16: 30; 2 Rey. 3: 2, etc.).
Hoy como ayer, todos los gobiernos humanos tienen algo en común: pecadores gobiernan a pecadores. En vista de ello, no debería sorprendernos que las cosas no resulten bien.